miércoles, 10 de abril de 2013

“Lo que hace Israel con los palestinos no es apartheid, sino limpieza étnica”


El tipo habla desde las entrañas cuando expresa con claridad que “el poder judío es el más peligroso en función de la paz mundial”. Indudablemente hay que ser valiente para desgranar esos conceptos y otros semejantes, en un país donde el lobby sionista siempre inclina la balanza hacia la impunidad de sus acciones.


Se trata de Gilad Atzmon, filósofo, escritor, músico excepcional (sin duda, el saxofonista más brillante después de Charlie Parker). Nacido en Israel dentro de una familia de la extrema derecha sionista (lo cuenta él mismo en la película sobre su vida: Gilad: And all that Jazz), disfrutaba de las bondades que otorga el no enterarse demasiado de lo que estaba ocurriendo fuera de su microclima. Pero un buen día, como le suele pasar a todo joven israelí que se precie, fue enviado con un fusil al hombro a guerrear a Líbano. Allí se topó de golpe con otra realidad: vio prisioneros encadenados, maltratados, asesinados. Y además, toda esa dolorosa experiencia coincidió con la masacre de Sabra y Chatila. No tuvo dudas entonces: ”me di cuenta que esa no era mi guerra y que se parecía muchísimo al nazismo del que tanto se hablaba en mi seno familiar”, recuerda ahora.

En una ocasión, allí en Líbano, después de visitar un complejo de horribles y malolientes “jaulas”, pecando de ingenuidad, le preguntó indignado a su jefe militar: “¿Cómo es posible que se usen estos sitios para encerrar a los perros?

Se quedó helado cuando éste le respondió: “No, soldado, estas celdas no son para los perros sino para los terroristas palestinos”.

“Allí sentí –dice- que los palestinos eran los judíos de Auschwitz y yo era el nazi, sin dudas”.

Con toda esa terrible experiencia sobre su espalda, Atzmon volvió a Israel y tomó la decisión que muy pocos se atreven (por miedo o por cómplice indiferencia): renunció a la nacionalidad israelí y se fue a vivir a Londres, jurando que no regresará más hasta que ese sitio se llame "Palestina". Desde ese entonces se ha convertido en un activo militante de la denuncia al sionismo (al que ubica mayoritariamente en la diáspora) y de “la judeidad” que envuelve con sus señas de “superioridad” y “extremismo violento” a gran parte de la sociedad a la que el propio Gilad tuvo la “desgracia” de pertenecer, hasta que le afloró la conciencia.

Artículo completo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=166458

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