lunes, 8 de abril de 2013

Juan Carlos se hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en su gran apuesta para controlar España

"A medida que entramos en el periodo de transición es esencial que yo pueda conservar la confianza del príncipe. Y es muy difícil hacerlo cuando mis mensajes son reenviados a todo el circuito y cuando parece que hay una falta de discreción total en determinadas misiones". El cabreo monumental de Wells Stabler (embajador de EEUU en Madrid entre 1975 y 1978) era comprensible. El 5 de noviembre de 1975 el príncipe Juan Carlos le había desvelado cuáles iban a ser los siguientes movimientos de Franco con respecto al Sáhara justo cuando las relaciones con Marruecos atravesaban un momento crítico y el caudillo estaba a punto de morir.

Stabler envió el correspondiente informe al Departamento de Estado dirigido por Henry Kissinger. Cinco días después, descubrió que las confidencias del Borbón habían llegado hasta la embajada estadounidense en Rabat, que el encargado de la legación las había transmitido a su homólogo francés en la capital marroquí y que éste último hizo lo propio a través de un telegrama a la embajada de Francia en Madrid, lo que, de alguna manera, podía hacer peligrar su impagable cercanía con el aspirante a rey.

¿Qué hacía el príncipe Juan Carlos revelando los planes de España a una potencia extranjeraque jugó un papel clave y no precisamente neutral en el conflicto por el Sáhara? WikiLeaks ha compilado 1,7 millones de cables diplomáticos de EEUU entre 1973 y 1976 hoy ya desclasificados aunque difícilmente accesibles a toda la opinión pública. Y los ha organizado en una base de datos que, junto con el Cablegate filtrado en 2010, pretende ser la mayor biblioteca diplomática jamás creada.

Público ha tenido acceso a todos esos documentos correspondientes a la era Kissinger en exclusiva para los medios españoles y de su análisis se puede afirmar que el heredero del dictador se convirtió en aquel momento crucial de la historia de España en el mejor informador de EEUUcon la esperanza de que con su lealtad se ganaría el respaldo de Washington tras la muerte de Franco.
Franco debe renunciar

La respuesta de Kissinger a las quejas de Stabler da una idea de lo importante que era Juan Carlos para los intereses estadounidenses: "Estamos de acuerdo en que tus contactos con el príncipe deben ser tratados con la mayor discreción. Estos informes tienen un grandísimo valor para EEUU y haremos lo que esté en nuestra mano para asegurarnos de que en el futuro se manejen de manera apropiada". En otro mensaje, el secretario de Estado prohibió a sus embajadores en Marruecos, Mauritania y Argelia difundir "un material tan sensible que puede poner en peligro el acceso a la fuente".
El príncipe pidió a Stabler que convenciera a Arias Navarro para que forzara la renuncia de Franco

Las confidencias de Juan Carlos sobre el Sáhara pueden quedar como una simple anécdota comparado con lo que había sucedido tres semanas antes. El 16 de octubre Franco sufrió una crisis cardíaca que le dejó al borde de la muerte. De hecho, la embajada de Madrid llegó a dar por fallecido al dictador durante varias horas el día 21: "Nos han llegado varias informaciones, aún por confirmar, de que Franco ha muerto". Según explica el historiador Charles Powel en su libroEl amigo americano (Galaxia Guttemberg, 2011) no fue Stabler el que envió el cable sino su agregado de Defensa, que pretendía "poder atribuirse la primicia de la noticia".

El príncipe jugó un papel esencial en las comunicaciones con EEUU esos días. Y el 23 envió a ver a Stabler a su confidente José María de Areilza, conde de Motrico y futuro ministro de Exteriores, para darle un parte pormenorizado de la evolución clínica del caudillo y comunicarle el plan que había trazado con el marqués de Villaverde, yerno y médico de Franco, para conseguir que firmara su renuncia antes de que falleciera.

El Borbón, impaciente por arrebatar el poder a Franco por si las cosas se complicaban pese a que en 1969 había sido designado su sucesor, llegó incluso a pedir ayuda a Stabler para que convenciera al presidente, Carlos Arias Navarro, de la necesidad de que el caudillo le traspasara los poderes antes de morir. El segundo de a bordo de Kissinger, Arthur A. Hartman, dio su visto bueno a la propuesta pero el secretario de Estado prohibió a Stabler categóricamente que intercediera porque no estaba por la labor de que se le relacionara con el intento de derrocar al dictador: "No estás -repito- no estás autorizado a mediar con Arias en este momento".

EEUU sí preparó toda una batería de mensajes de condolencia y felicitaciones al príncipe que un mes más tarde emplearía tras la muerte, esta vez oficial, de Franco.

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