Hasta tal punto que las expectativas de victoria de Pier Luigi Bersani —el candidato del centroizquierda—, el regreso agónico de Silvio Berlusconi o la incursión de Mario Monti en la política dependen ahora de la capacidad de Grillo para convertir su tsunami tour en una marea de votos.
Ha sido una campaña larga, extraña, subida de tono, interrumpida por la renuncia de Benedicto XVI y, finalmente, protagonizada por un antisistema, Beppe Grillo. Ha sido larga porque empezó el 8 de diciembre, el día que Silvio Berlusconi —que llevaba casi un año en hibernación— apareció en la ciudad deportiva del Milan y anunció su regreso. “La verdad”, dijo, “es que se necesitaba un líder como el Berlusconi de 1994 [el año que entró en política], pero como no lo había, he vuelto. Y he vuelto para vencer”. Desde entonces hasta ahora no ha habido una mañana o una tarde en que los líderes de los partidos tradicionales, empezando por el viejo capataz de la derecha, no se hayan subido a un plató a disparar titulares a diestro y siniestro, aunque casi siempre sin entrar en el fondo de los muchos problemas que afectan a Italia.
Ha sido extraña por el perfil de sus protagonistas. Salvando a Pier Luigi Bersani, un candidato surgido de las primarias del Partido Democrático (PD) y cuya ambición es convertirse en el próximo primer ministro de Italia, el resto se presenta —o no se presenta— bajo diversos caparazones. Por ejemplo, Monti decidió oficialmente entrar en política una semana después de que Berlusconi anunciara su candidatura y retirara el apoyo al Gobierno técnico. Pero el profesor utilizó una fórmula inédita, la de ser cabeza de un cartel de centro —Scelta Civica— pero sin aparecer en las papeletas para no perder su condición de senador vitalicio. Pero no queda ahí el asunto. Berlusconi sí es cabeza de cartel, pero en función de un acuerdo electoral alcanzado con la Liga Norte —el partido nacionalista de Lombardía—, si ganase ocuparía solo la cartera de Economía y dejaría la jefatura del Gobierno a un tercero. ¿A quién? No se sabe. Para finalizar, Beppe Grillo. El líder del movimiento ciudadano —sus defensores se enfurecen si se les llama antipolítica— tampoco figura en las papeletas, entre otras cosas porque se lo impide una vieja condena por homicidio involuntario tras un accidente de tráfico.
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