domingo, 20 de enero de 2013

Capitalismo y crisis, un acercamiento marxista


El valor de las cosas
Con esta columna se inicia una serie dedicada al análisis de la economía desde una perspectiva marxista.

El objetivo, evidentemente, es explicar las raíces de la crisis actual, y evaluar las respuestas que se proponen ante ella. En los medios, se habla de la crisis como del producto de fuerzas más allá de la intervención humana.


El marxismo, en cambio, la analiza precisamente como el resultado de las acciones (si bien descoordinadas y a menudo inconscientes) de los seres humanos.

Pero para entender la crisis, hay que entender el funcionamiento básico de la economía capitalista. Y para hacer esto, hay que establecer las bases de la visión marxista, que es la teoría del valor.

Los “economistas” que aparecen en la televisión (y en la mayoría de aulas universitarias) no suelen hablar nunca del valor de las cosas, sólo hablan de los precios. Y presentan éstos como el resultado accidental de la interacción entre la oferta y la demanda. Pero no ofrecen ninguna explicación objetiva acerca de por qué un Rolls Royce, por ejemplo, cuesta más que un bocadillo.

Marx, en cambio, mantuvo que las cosas —o para ser más exactos las mercancías— sí tenían un valor objetivo, más allá del precio que tuvieran en un momento dado. Para él, el valor de una mercancía venía determinado por la cantidad de trabajo humano necesario para producirla.

Antes de continuar, se debe hacer una aclaración. Aquí de lo que se trata es del valor de cambio. El valor de uso es otra cosa; el aire, por ejemplo, no tiene valor de cambio, porque (por ahora) no se produce como mercancía, pero obviamente tiene muchísimo “valor de uso”. También tienen valor de uso los productos alimenticios, los coches, los bolígrafos, etc., pero estos valores de uso no son calculables, ni son intercambiables. Si estás muriéndote de sed, ninguna cantidad de trajes Armani te solucionará el problema. El valor de intercambio, en contraste, se centra en algo que toda mercancía tiene en común, que es el hecho de ser el producto de una cantidad determinada de trabajo humano.

Así que una silla y una cena son totalmente diferentes físicamente, pero pueden equipararse en valor, si requieren la misma cantidad de trabajo humano para producirlas. Lo mismo se podría aplicar a cosas tan diferentes como a un libro y a una pieza de ordenador.

La cantidad de trabajo humano a la que se refiere es a la de todo el proceso de producción. Es decir, una fábrica moderna puede ser muy eficaz, produciendo una gran cantidad de móviles o latas de refresco en poco tiempo. Pero no se debe calcular sólo el tiempo gastado en la última etapa del proceso. También se debe incluir la parte proporcional del desgaste de las máquinas. Y éstas son en sí el resultado del trabajo humano anterior, cuyo valor se transfiere a la mercancía producida. Lo mismo se aplica a las materias utilizadas en dicha fábrica, que también son producto de procesos anteriores de producción; otra vez, en último término, productos del trabajo humano.

Artículo completo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=162500

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