viernes, 15 de febrero de 2013

Una ducha con el ‘fairy’

“En Barcelona tenemos familias que se está duchando con el fairy. El tema ya no es de precariedad, es de miseria”. Emilia Català, secretaria de la Asociación Cívica La Nau que lleva el banco de productos no alimentarios, describe así el duro panorama que la crisis está dibujado en la capital catalana y sus alrededores. No es una metáfora. En la trinchera, en algunas de las parroquias de Nou Barris a donde llegan las ayudas de la ONG, confirman la versión. Los ingresos de muchas familias son tan mínimos que, si no hay para la comida o los recibos, menos queda para algo tan básico como el gel de ducha. O para un champú. Ni hablar de una colonia.

La Nau comenzó su labores en 1997, de la mano del actual presidente, Albert Trias. “Empezamos con campañas pequeñas, como los juguetes para la Navidad”, recuerda Català, sentada en un pequeño despachito de la nave industrial de la Zona Franca que les sirve de bodega y por la que pagan un precio simbólico. No le cabe una caja más. Como el Banco de Alimentos cumplía ya un rol definido en a lucha contra el hambre, se decantaron por productos no alimentarios, como la ropa o los artículos de aseo personal e higiene y que obtienen de las donaciones de empresas del sector y algunos particulares.

Una persona tiene que ir a buscar trabajo al menos duchada, dice Català

“El hambre es el hambre pero ¿y la higiene? Es vital que la gente pueda ducharse lavar su ropa y sus platos”, dice Català. Y es que estos productos no son precisamente los más baratos en el ticket de compra. El 3,5% del gasto familiar se va en artículos de limpieza del hogar, de la ropa y de aseo personal, según las ponderaciones del IPC que hace Instituto Nacional de Estadística. En este estudio se tienen en cuenta desde el transporte hasta las medicinas.

“¿Unas pilas o una lejía son un lujo? Hay muchas familias que no tienen para comprar un par para un aparato de casa. No les solucionamos la vida, pero les podemos hacérsela más fácil”, explica Ramón Peinado, otro de los voluntarios. “Uno tiene que ir a buscar un trabajo como mínimo limpio y duchado. Los niños tienen que ducharse para ir al cole. En un caso extremo, un día usas el fairy y puedes tirar. ¿Pero qué te pasa una semana después? Es un tema de humanidad, de autoestima”, agrega Català.

Así como ha pasado con el Banco de Alimentos, Cáritas y otras organizaciones, la labor de La Nau ha pasado de ser de ayuda puntual a ser imprescindible para apalear los efectos de la crisis en el Área Metropolitana. Hace seis años, sus servicios llegaban a unas 10.000 personas, a través de unas 70 entidades. Este año calculan alcanzar a unas 30.000 personas (unas 10.000 familias), a través de 150 instituciones, 76 de ellas en Barcelona, la mayoría parroquias.

El perfil de las personas que reciben la ayuda también ha cambiado radicalmente. En 2007, según la memoria de La Nau, el 30 por ciento eran inmigrantes y el 20 por ciento eran adultos mayores. Ahora el 4 de cada 10 beneficiarios son familias con problemas económicos, y el 20 por ciento inmigrantes.

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