Desde que el día 11, en latín y por sorpresa, Benedicto XVI anunciara al mundo su renuncia —la primera de un papa en siete siglos— sus mensajes, de obra y de palabra, se han vuelto definitivamente claros. En cada encuentro, ante los fieles de a pie reunidos en la plaza de San Pedro o ante los príncipes de la Iglesia, Ratzinger ha insistido, y ayer volvió a hacerlo, en que el “sufrimiento y la corrupción” golpean a la Santa Sede. Y ha pedido mucha atención a los cardenales que dentro de unos días tendrán que elegir a su sucesor. “El diablo”, les ha avisado, “trabaja sin descanso para ensuciar la obra de Dios…”.
Lo que llama más la atención es que, en los últimos días, Benedicto XVI ha encontrado fuerzas para revestir sus palabras de acción. Hace un año salió a la luz una carta fechada en julio de 2011 en la que el arzobispo Carlo Maria Viganò advertía al Papa sobre la corrupción en el Vaticano y le pedía apoyo para quedarse en Roma y luchar contra ella. Joseph Ratzinger optó, sin embargo, por no contradecir la decisión de alejar a Viganò —-mandándolo a EE UU— que ya había tomado su secretario de Estado, monseñor Tarcisio Bertone. Ahora, en cambio, el Papa parece haber alcanzado la determinación que, según sus críticos, le faltó durante su pontificado.
En una decisión que los medios italianos consideran como un golpe claro al poder de Bertone, Ratzinger acaba de enviar a Colombia a monseñor Ettore Balestrero, brazo derecho del secretario de Estado en el manejo del dinero de la Iglesia y hombre muy cercano a los sectores más conservadores de la curia.
Balestrero, de 46 años, diplomático vaticano y una suerte de viceministro de Exteriores, se había venido ocupando de cuestiones tan importantes como las relaciones con China o Israel y, sobre todo, había formado parte de la comisión que trata de adaptar el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano, a las exigencias internacionales contra el lavado de dinero negro, una asignatura todavía pendiente. El nombramiento de Balestrero como nuevo nuncio en Colombia supone su alejamiento de las finanzas vaticanas solo unos días después de que, en otra decisión sorprendente, Joseph Ratzinger designara al alemán Ernst von Freyberg nuevo presidente del IOR. Dos golpes contra Bertone ejecutados en el tiempo de descuento, en un intento de Ratzinger de allanar el camino a su sucesor. En este sentido, se da por hecho que los tres cardenales octogenarios que redactaron, por encargo del Papa, un informe secreto sobre la corrupción en el Vaticano se reunirán en los próximos días con los cardenales menores de 80 años que participarán en el cónclave. Ratzinger desea que, en el momento crucial de elegir al nuevo Papa, los cardenales conozcan los datos que él sopesó en las horas críticas de su renuncia.
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