sábado, 29 de diciembre de 2012

¿Es que nadie va a hacer nada?

El mes pasado hablaba del individualismo mal entendido de los españoles. Ése que nos lleva a conducir por el carril del centro aun sabiendo que está mal hecho, y que nos permite contestar a quien lo critica: “Ya sé que hay que ir por el de la derecha, pero es que yo voy más cómodo aquí”.

Hoy quiero mirar al otro lado de ese individualismo. Porque esa actitud tan española no sólo nos incapacita para cumplir las normas, sino también para defender nuestros derechos. Incluso, en los casos más extremos, nos impide percibir siquiera que nuestros derechos están siendo pisoteados.

Nuestra indefensión ante la terrorífica oleada de fraudes que estamos viviendo en los últimos años es incluso superior a la de otros países. ¿Por qué? Porque en España pensamos que tener una mínima conciencia de que un problema está teniendo lugar nos sitúa inmediatamente en las cercanías de su solución. Tenemos una fe ciega en mantras del tipo esto tiene que saberse, hay que informar a la opinión pública, o simplemente RT por favor.

Pero los fraudes que estamos viviendo –desde la privatización de servicios públicos al pisoteo de leyes fundamentales, pasando por el indulto a criminales confesos- no se están haciendo precisamente al abrigo de la noche. Nadie los oculta realmente. “El poder de las redes sociales” no aporta nada útil a la ciudadanía, aparte de la posibilidad de rasgarse ritualmente las vestiduras antes de pasar a comentar el siguiente vídeo de gatitos.

Es más. Hay algo especialmente perverso en el convencimiento de que la salvación está en Internet, las redes sociales y su pretendida estructura democrática. Y es que algunos de los más violentos agentes de destrucción del estado del bienestar son precisamente los proveedores de servicios de telefonía.

La explotación globalizada del empleado del call center; el expolio de los pueblos que poseían materias primas necesarias para la fabricación de terminales y la represión sangrienta de quien se opusiera a ello; la concentración empresarial y la manipulación informativa en los medios que controlan. Son sólo algunos de los métodos que usan esas súper empresas para controlar el mundo. Y lo hacen con tanta efectividad que cientos de miles de ingenuos creen que podrán salvar el mundo con un tweet. O con un post de mierda como éste.

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